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Analisis Literario Del Poema Bordas De Hielo De Cesar Vallejo



a. Primer Prrafo: Cesar Vallejo va al muelle y ve a una mujerque lo deja asombrado con su belleza, ella no lo mira. b. SegundoParrafo: Comienza a verla mas y se da cuenta que el anochecerllega, ella sigue sin mirarlo. c. Tercer Prrafo: El viento sopla,la mujer comienza a mirar a Cesar Vallejo pero el ya se ha ido. 3.Macroestructura: Cesar Vallejo va al muelle y ve a una mujer que lodeja asombrado con su belleza, ella no lo mira y comienza a verlamas y se da cuenta que el anochecer llega, ella sigue sin mirarlopero el viento sopla, la mujer comienza a mirar a cesar vallejopero el ya se ha ido. 4. Superestructura: a. Pertenece al gnerolrico y es un poema porque expresa los sentimientos del autor deuna forma bella para poder causar gran impresin en el lector y quepueda ver realmente lo que siente el escritor. 5. Tpicos: a. CesarVallejo b. Bordas. c. Navios d. Historia. e. Amor f. Muelle. h.Admiracion. i. Venus.




analisis literario del poema bordas de hielo de cesar vallejo



1 EL TRÁGICO DESAMOR EN BORDAS DE HIELO Joaquín Gustavo Calderón Obregón Colegio Lord Byron En el presente ensayo, analizaremos uno de los muchos poemas de Vallejo que persiguen un motivo amoroso, no obstante trágico: Bordas de hielo. Consideramos que César Vallejo crea un hablante poético que se dirige hacia su amada por medio de un símbolo, un barco cada vez más lejano que parece perderse en el horizonte, con la intención de retratar lo desdichado de un amor no correspondido. César Vallejo fue un destacado representante de la literatura peruana nacido en Santiago de Chuco, localidad perteneciente al departamento de La Libertad. Su producción literaria es vasta; no obstante, la técnica que lo llevó a ser un hito de la literatura es la poesía. Nuestro poema en específico pertenece al primer poemario del poeta, Los heraldos negros, publicado en Este se presenta como una evolución, ya que los primeros poemas aparecen marcados por la huella del modernismo mientras que los últimos exploran una leve influencia vanguardista. Dividido en cinco secciones, nuestro poema pertenece a la sección titulada Plafones Ágiles del poemario, la cual nos remite a las artes plásticas y al mundo del adorno (dado que un plafón es un tipo de ornamento), calificándolos de ágiles debido a su carga emotiva. Se encuentran en esta sección los temas bíblicos, la angustia, el sentimiento de culpa, la ausencia y el anhelo de un amor. Siendo esta última la temática que se aprecia en este poema. Con la intención de demostrar nuestro planteamiento, analizaremos el poema teniendo en cuenta su título y la distribución estrófica que posee, que nos envuelve en una gradación estructural de tres momentos. En primer lugar, analizando el título, decimos que el yo lírico posiblemente incluyó una sinécdoque con bordas (los bordes superiores de los costados de un barco) para referirse a un barco por medio de una relación


2 parte-todo. Es gracias a esta sinécdoque, que el yo lírico logra retratar su desgraciado amor refiriéndose al barco, el cual posiblemente es un símbolo del amor platónico del hablante. Del mismo modo, el hablante adjetiva al barco visto anteriormente con hielo para retratárnoslo como algo gélido, y que por ende no es agradable al tacto ni emana afecto o calor hacia nuestro hablante. Es debido a esto, que el amor del yo lírico hacia esta mujer, que vendría a estar simbolizada en las bordas, se vuelve frustrado. Es así como el hablante lírico creado en Bordas de Hielo, por medio del título, nos identifica al barco como símbolo de la mujer hacia la cual está dirigida su amor, estableciendo un primer indicio de lo infortunado de este al adjetivarlo con la palabra hielo. Ahora, analizaremos el primer momento de la gradación estructural del poema. En este, vemos que la primera estrofa nos refiere al amor no correspondido y por ende frustrado que el yo lírico siente y como es que este, a través de la descripción de su rutina, enfatiza esta falta de retribución que conforma el retrato de su desventurado amor. Vemos que el hablante lírico revela que su rutina está dada en función a esta mujer. Apreciamos esto, en el primer verso del poema: vengo a verte pasar todos los días. Resaltamos en este caso, que el yo lírico incluye la palabra todos con la intención de enfatizar un exceso en su rutina, la cual sería únicamente verla pasar debido al gran amor que este siente por ella, y es justamente con esta limitación al solo verla y no interactuar con ella, que el hablante nos demuestra su trágico amor no correspondido. Del mismo modo, en el primer hemistiquio del segundo verso el yo lírico se refiere nuevamente a su amada por medio de otra sinécdoque: vaporcito encantado (verso 2). Decimos en este apartado, que se habla acerca del vapor que deja atrás un barco que desde el título se establece como el símbolo de la mujer. Así, el yo lírico enfatiza la ausencia de su amada en su vida, aun cuando él la observa todos los días. Es este vapor que deja su amada al


Bueno mi poema se titula EL POETA A SU AMADA De cesar vallejo:El poeta a su amada trara de una pareja tan enamorada que a raíz de un beso una noche de septiembre el siente que ella lo es todo y en vista que se quieres el le hace como entender o le dice que a raíz de ese beso lo a crucificado y lo a echo sentir algo mejor que un viernes santo (El Viernes Santo es una de las principales celebraciones de la religión del Cristianismo, dentro de la denominada Semana Santa. Este día se conmemora la Muerte de Jesús de Nazaret) y que nadie los podrá separar y morirán juntos y se irá secando a pausas su excelsa amargura;y habrán tocado a sombra sus labios difuntos y seguir tan juntos que parecerán hermanos.Jefferson Escalante Perez 4 "B" de Sec.


José Enrique Finol Universidad del Zulia*, Facultad de Ciencias, Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Antropológicas, Maracaibo, Venezuela. Dirección para correspondencia Resumen A partir de la isotopía que denominamos conciencia trágica se propone que Los heraldos negros (1918), de César Vallejo, genera tres nuevas isotopías temáticas (Dios, infancia, mujer) que aparecen como respuestas a la percepción absurda de la vida. Para el análisis se utilizan referencias contextuales tomadas de la biografía del autor y del período histórico en el cual vivió Vallejo, en particular las referencias a la filosofía existencial y marxista. Así mismo, se parte de las nociones de hombre-Adán y hombre-Cristo como expresivas de la visión personal que se manifiestan en el idiolecto poético de Vallejo. Palabras clave: Vallejo, isotopía, conciencia trágica, Dios, infancia, mujer. Abstract We analyze the collection of poems titled Los heraldos negros by César Vallejo, with the object of determining the fundamental isotopies which articulate the vision of the world expressed in these poems. From the isotopy we have named “tragic conscience”, the poetic text generates three new thematic isotopies (God, childhood, woman) which appear as a response to the absurd perception of life. For this analysis we use contextual references taken from the author's biography and the historic period in which Vallejo lived, particularly the references of Existential philosophy and Marxist philosophy. We also base this analysis on the notions of man-Adam and man-Christ as expressions of the personal vision which is manifested in Vallejo's poetic idiolect. Key words: Vallejo, isotopy, tragic conscience, God, childhood, woman. INTRODUCCIÓN El análisis de los poemas de Los heraldos negros (1918), de César Vallejo,1 debe enmarcarse en el descubrimiento, por parte del poeta, del sentimiento absurdo de la vida. Ninguno de los aspectos que intentamos destacar se encuentra desligado de los otros: la unidad esencial viene dada por la unidad del ser-enunciador y la unidad de la obra, pues Los heraldos negros muestra una profunda coherencia temática. Sin embargo, las contradicciones aparentes de algunos poemas o, mejor, las diferentes soluciones que la palabra presenta, no son sino la búsqueda propia de una conciencia ultrasensible, característica del poeta, y de un compromiso con la unidad misma que exige una solución final, sin que ésta deje de ser transformada y transformante. Hemos querido destacar tres isotopías2 ––Dios, la infancia y la mujer–– principales que se desarrollan a partir del descubrimiento de la conciencia trágica, el sentimiento de lo absurdo de la vida, que caracteriza al poemario. Como afirma Carretero Gramage, “la conciencia trágica es el límite aquí y ahora, una previsión de que la eventualidad trágica pueda ya haber comenzado a andar, lo cual relativiza todo contexto vital en sus facetas de solidez y seguridad” (en línea). Se trata, sin duda, de esa concepción trágica y pesimista de la vida que impregna la filosofía y la estética de Schopenhauer (Silveira Laguna, en línea), pero que para Möller se define como “Exigencia de síntesis, de unión de los contrarios, esta es la esencia de la conciencia trágica” (en línea). En los siguientes poemarios Vallejo encontrará otras soluciones y transitará otros caminos. Para los objetivos del presente trabajo esos caminos nos interesan en menor medida que los presentados en Los heraldos negros. Luego de analizar los tres aspectos que nos hemos propuesto ––Dios, retorno a la infancia, la mujer––3 trataremos de lograr una solución total, producto de la lectura entre líneas de las sutiles relaciones que unen a cada uno de los versos con los otros y a cada uno de los poemas con el resto. Es decir, trataremos de formular, con base en los resultados obtenidos, una metáfora global que permita, por lo menos, alcanzar algunas de las estructuras semióticas que articulan el poemario. Como veremos, existe una relación directa entre la búsqueda desesperada de Vallejo, enunciador de una felicidad perdida, el retorno a la infancia y el deseo/temor de la muerte. También entre éste y su visión de la mujer y de Dios. Esta búsqueda del poeta-enunciador, según veremos finalmente, encuentra en la acción y en la poesía el compromiso completo con sus percepciones de la realidad. Si Vallejo en Los heraldos negros da a la poesía dimensión redentora, posteriormente confiere a la acción política la forma concreta práctica de su compromiso. Sin embargo, no abandona la poesía. Por eso su redención es por la palabra; visión desgarrada inicial que culmina con un compromiso real y sincero. Vallejo es no sólo un poeta, es el poeta del hombre, de la solidaridad humana. Sin embargo, en Los heraldos negros Vallejo es también confusión y, más que esto, es búsqueda de una unidad ausente y de una felicidad perdida. LA CONCIENCIA TRÁGICA: LA MUERTE Según nuestra hipótesis, el descubrimiento del ser-para-morir constituye la isotopía general, subyacente que genera, anima y motiva numerosos poemas de Los heraldos negros. Para una personalidad cuya infancia estuvo marcada por lo religioso,4 la situación que provoca el encuentro con esta realidad necesariamente se orienta hacia una angustia constante. Vallejo se dobla ante esos “golpes” que “abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte” (“Los heraldos negros”, 9). La crisis espiritual producto de esas “caídas hondas de los Cristos del alma” se refleja directamente en la obra poética. Sensibilidad de introvertido, Vallejo deja caer, sutilmente, sus angustias y tensiones en sus versos. Si nos atenemos a las explicaciones existencialistas, la soledad, como principio de la angustia, da inicio a las preguntas que el hombre se hace sobre su origen y destino, sobre su esencia, sobre su papel en la vida. Es después del enfrentamiento con un mundo hostil, lacerante, que se interpone entre el ideal y el hombre, lo que inicia, en la reflexión solitaria, la llamada duda existencial. Vallejo es, en no poca medida, el resultado de una angustia llevada creativamente hasta sus últimas consecuencias. Y en cierta forma, sus poemarios se adaptan a ciertas etapas de la vida, sin que por ello abandonen nunca el permanente lamento y el dolor por la desgraciada suerte del hombre. Proveniente de una familia de escasos recursos, Vallejo desarrolla un gran sentido de solidaridad con el hombre. La unidad del ser se rompe a partir del choque entre los ideales y la realidad cotidiana. Surge allí la angustia que inquiere del mundo una respuesta que éste no puede darle o que, por el contrario, la respuesta que le da es el anuncio permanente de un destino fatal, donde la muerte es, inevitablemente, el destino final previsto, a cuyo puerto es imposible no anclar. En las primeras décadas del siglo XX Vallejo descubre, al igual que Camus, Sartre (“la existencia precede a la esencia”), Heidegger y los demás existencialistas no teístas –herederos de Kierkegaard– que el destino necesario de la vida es la muerte, que su nacimiento no tiene otra finalidad que el deceso, que la vida es, en tal sentido, un absurdo. Esta angustia se trasluce en numerosos poemas. Igualmente, este descubrimiento provoca la conciencia trágica, fatídica, que Vallejo vierte con fuerza desgarradora en sus versos. Es el alma descubierta dentro del mundo alienado, del hombre asesino del hombre, del homo homini lupus. Esta conciencia del absurdo lleva a Vallejo a mantener la muerte siempre presente Cerca de la aurora partiré llorando; y mientras mis años se vayan curvando, curvará guadañas mi ruta veloz. Y ante fríos óleos de la luna muriente, con timbres de aceros en tierra indolente, cavarán los perros, aullando, un adiós (“Sauce”).5 En el poema se toma, entonces, conciencia de un destino trágico y sobre ello se regresa una y otra vez; se constituye en leitmotiv obsesionante He soñado una fuga. Un “para siempre” suspirado en la escala de una proa (“Medialuz”, 19). AUSENTE! La mañana en que me vaya más lejos de los lejos al Misterio, como siguiendo inevitable raya, tus pies resbalarán al cementerio (“Ausente”, 21). Vallejo se constituyó en lo que podríamos llamar el hombre-Adán. En efecto, el poeta se siente abandonado de Dios; sus culpas le han provocado la expulsión del Paraíso. Es el hombre pecador, poseedor de las culpas, que Vallejo interpreta como pecados contra el propio hombre y no contra Dios. Esta misma expulsión del Paraíso, que no es otra cosa que el mismo desarraigo del mundo, lo lleva a la solidaridad humana y de hombre-Adán se convierte, además, en el hombre-Cristo, redentor o, mejor, portador en sí mismo del sufrimiento de todos los hombres.6 La poesía revela el grado de solidaridad con el hombre que sufre. La conciencia del absurdo no sólo le lleva a sentirse expulsado de la felicidad, del goce, sino a aliarse con todos los hombres que sufren. Es una solidaridad cósmica con el sufrimiento, con el hombre. Este fenómeno alcanza dimensión religiosa, una dimensión en la cual Vallejo se siente Cristo, concentrador de los pecados de la humanidad. Pero, además de esto, se siente usurpador de la justicia del hombre, siente que su presencia en el mundo ocupa el lugar de otro, que come lo que corresponde a otro Todos mis huesos son ajenos; yo tal vez los robé yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro; yo pienso que, si no hubiera nacido, otro pobre tomara este café Yo soy un mal ladrón… a dónde iré (“El Pan Nuestro”, 72-73). Ni siquiera el refugio de lo humano, de su propia existencia, le pertenece. El poeta sufre su ser como el que podría pertenecerle a otro. Su lugar en el mundo podría corresponderle a otro. Su comida y su vestido, hasta sus huesos, son ajenos. La angustia de Vallejo va más allá de su condición de desarraigo, de expulsado del Edén. Para él no sólo basta la creencia fatídica y el convencimiento de que su vida no es otra cosa que un viaje inevitable hacia la muerte. Va aún más allá. Llega a plantearse su vida como daño para la comunidad humana. Siente que mastica lo que no le corresponde, que su alimento podría salvar la vida de otro pobre. Inmediatamente busca la manera de satisfacer el daño que hace, de reparar su culpa Se quisiera tocar todas las puertas Y preguntar por no sé quién; y luego ver a los pobres, y, llorando quedos, dar pedacitos de pan fresco a todos. Y saquear a los ricos sus viñedos con las dos manos santas que a un golpe de luz volaron desclavadas de la Cruz (“El Pan Nuestro”, 72-73). El poeta se enfrenta a la injusticia humana dispuesto siempre a defender a los que sufren en contra de los que hacen sufrir. Se ha convertido en el hombre-Cristo, redentor humano. Pero este Cristo es válido en cuanto tiene de liberador del hombre y no en lo que implica como persona divina. El poeta toma el lugar del Nazareno en la Cruz para cargar con los pecados del hombre; se trata del pecado percibido y sentido como parte de una dimensión cósmica que es profundamente humana. Podemos concluir, en consecuencia, que Vallejo, en primer término, busca una satisfacción que no encuentra a su desarraigo interior, a su conciencia de lo absurdo, a su Dasein, como Heidegger diría. Son varios los efectos que producen en el poeta su situación de desheredado de la gracia de Dios y de ser condenado a la muerte; lo obsesiona la idea de la partida: “Toda su poesía está dominada por ese rapto de la partida y de la huida. Vallejo es el desarraigado; pero a la vez que lo dispersa, el desarraigo lo concentra en sí mismo, lo ensimisma” (Sucre, 1967). Este ensimismamiento es lo que le permite buscar una salida a la crisis existencial que satisfaga sus exigencias. Una de esas primeras soluciones es la idea de Dios, quizá, ya desechada desde el comienzo pero siempre presente. DIOS, EL AUSENTE En principio, podría decirse que Dios, el Dios que Vallejo conoce, es un ser ausente de la realidad humana, incapaz de comprender el enorme sacrificio del hombre. En tal sentido, Jesucristo es diferente a Dios, pues mientras a éste lo percibe como un actor cercano de lo humano, a aquél lo concibe como ajeno y alejado, como distante y ausente. Para Vallejo, finalmente, Dios se encuentra como sempiterno observador del hombre que jamás ha sufrido lo que él. Por eso afirma Dios mío, si Tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios: pero Tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. Y el hombre si te sufre: el Dios es él (“Los dados eternos”, 90-91). El refugio que Vallejo podría encontrar en Dios es desde el mismo comienzo una solución negada. En buena parte se encuentra dentro de esa caída de valores propia de la crisis existencial inicial. Vallejo, de espíritu religioso, sufre en mayor grado aún esa “caída honda de los Cristos del alma”. Mosto de Babilonia, Holofernes, sin tropas en el árbol cristiano yo colgué mi nidal; la viña redentora negó amor a mis copas (“Pagana”, 89). Vallejo, como decía anteriormente, no ha encontrado lugar en la mesa divina, se siente expulsado, ajeno completamente a “la vida redentora”. Es el resentimiento contra ese Dios inhumano, el que hace que el poeta lo increpe duramente, echándole en cara su indiferencia ante el hombre. En el poema “Espergesia” (107-108), Vallejo habla claramente de su distancia de Dios, de su no filiaci


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